La economía del regalo consiste en compartir bienes y servicios sobre la base de las relaciones y los vínculos sociales, en lugar de la compraventa directa. En The ServiceberryRobin Wall Kimmerer presenta las economías del regalo como una alternativa a las economías de mercado convencionales.
Para entender la visión de Kimmerer, exploraremos el funcionamiento de las economías de mercado y examinaremos los principios de las economías de don. Por último, veremos cómo los sistemas naturales, como la baya de servicio, encarnan los principios de la economía del regalo.
Índice
El statu quo: Economía de mercado
Kimmerer explica que la sociedad moderna funciona principalmente con una economía de mercado, o basada en el dinero. En las economías de mercado, los recursos (como la tierra, la energía, los alimentos y el agua) se consideran bienes escasos de propiedad privada que se intercambian para obtener beneficios según las leyes de la oferta y la demanda. Según este modelo, la compensación es inmediata y quid pro quo (que significa "algo por algo"): se mide el valor de la transacción y se intercambia esa cantidad de dinero para recibir un bien o servicio.
Los antiguos orígenes de la economía de mercado Los principios de la economía de mercado -propiedad privada, comercio con ánimo de lucro y mecanismos de precios- surgieron hace ya 4.000 años en Mesopotamia. Las sociedades mesopotámicas contaban con sofisticados sistemas de intercambio directo que utilizaban pesos estandarizados de plata, cebada y otros productos como moneda. Sin embargo, estas sociedades antiguas mantenían intercambios basados tanto en regalos como en el mercado: Los principios del mercado y las transacciones quid pro quo regían normalmente el comercio entre extraños o comunidades distantes, mientras que los intercambios más recíprocos, basados en las relaciones, funcionaban dentro de las familias y las comunidades locales. Entonces, ¿cómo pasaron las economías de mercado de ser un aspecto de la vida económica al sistema económico dominante? Los principios de mercado se formalizaron por primera vez en el Código de Hammurabi, un texto legal que gobernaba la antigua Babilonia. El Código transformó a las mujeres y a los niños en propiedad, devaluando las esferas asociadas al trabajo de la mujer (y a los principios de la economía del don) -gestión del hogar, cuidados y reciprocidad comunitaria-, ya que quedaban fuera del sistema formal de mercado. Con el tiempo, surgieron diversas filosofías para justificar y ampliar el intercambio basado en el mercado: El gobernante persa Ciro el Grande abogaba por una regulación mínima del mercado, el filósofo chino Mencio se oponía a que el gobierno fijara los precios y, más tarde, Adam Smith formalizó estas ideas en una teoría que sugería que el interés propio en los mercados aumenta de forma natural la prosperidad para todos. |
Según Kimmerer, las economías de mercado se rigen por la competencia entre individuos interesados en sí mismos, y la riqueza y el estatus vienen determinados por cuánto se acumula. Esto conlleva dos problemas importantes: En primer lugar, los ricos tienden al consumo excesivo, que agota los recursos de la Tierra. En segundo lugar, se prioriza la prosperidad individual sobre el bienestar colectivo, lo que erosiona el tejido social de las comunidades y debilita los lazos entre las personas.
¿Conduce la economía de mercado al egoísmo? Aunque Kimmerer afirma que los mercados se rigen por el interés propio, el economista Joel Sobel dice que eso no significa que las personas que viven en economías de mercado sean intrínsecamente egoístas. Según Sobel, los mercados pueden fomentar el comportamiento egoísta, pero no necesariamente porque cambien las preferencias subyacentes de las personas. En cambio, los mercados tienden a: - Crear presiones competitivas que recompensan el comportamiento egoísta. - Reducir la visibilidad de las consecuencias morales, lo que facilita que la gente actúe de forma egoísta sin sentir que está violando sus valores. - Difuminar la responsabilidad y debilitar la rendición de cuentas personal, ya que las decisiones suelen implicar a muchos actores. Así, en el mercado, incluso las personas que se preocupan de verdad por los demás parecerán actuar de forma egoísta, noporque sean egoístas por naturaleza, sino porque su única opción práctica es maximizar su propio beneficio. La investigación de Rebecca Solnit en Un paraíso construido en el infierno apoya este punto de vista. Documenta cómo, cuando las estructuras económicas formales se colapsan durante las catástrofes, la gente muestra generosidad y se dedica a la ayuda mutua en lugar de sumirse en un caos egoísta. Esto sugiere que las economías del regalo de Kimmerer no son fantasías utópicas, sino expresiones de impulsos profundamente humanos que a menudo se ven limitados, pero no borrados, por las estructuras económicas. |
Un modelo mejor: Economía del regalo
Según Kimmerer, la naturaleza presenta una alternativa mejor a las economías de mercado: las economías de regalo. Las economías de regalo son sistemas en los que los bienes y servicios circulan a través de una red de relaciones y no de transacciones directas. La compensación también funciona de forma diferente: Las economías de regalo funcionan sobre la base de la reciprocidad diferida y generalizada. Cuando se comparte un recurso, se hace con una actitud de regalo. No exiges un reembolso inmediato, sino que confías en que tu generosidad cree una comunidad resistente que te apoyará cuando lo necesites. La "compensación" que recibes en una economía de dones es tu pertenencia a una red de cuidados mutuos, más que una retribución directa.
En una economía del don, la riqueza se entiende como tener lo suficiente para compartir, y el estatus social viene determinado por la generosidad de cada uno con los demás y no por su acumulación de recursos para sí mismo. Como los que tienen abundancia comparten con los que tienen menos, las necesidades de todos están cubiertas.
(Nota breve: los principios de la economía del don se ajustan a la teoría de la ayuda mutua, según la cual las comunidades dan y reciben ayuda en función de las necesidades y no del intercambio inmediato. Peter Kropotkin, uno de los primeros defensores de la ayuda mutua, sostenía que la evolución favorece la cooperación frente a la competencia cuando las circunstancias lo permiten. Esto cuestiona la "tragedia de los comunes", la idea de que las personas que actúan en interés propio agotarán inevitablemente los recursos compartidos. La premio Nobel Elinor Ostrom también refutó este punto de vista, demostrando que las comunidades pueden gestionar los recursos compartidos sin recurrir a la privatización ni al control estatal. Lo que hace que estos sistemas funcionen es la reciprocidad: El énfasis en dar más que en acumular construye comunidades donde se satisfacen las necesidades de todos).
Economías del regalo en la naturaleza
Kimmerer utiliza el árbol de serviceberry para ilustrar cómo funcionan las economías de regalo en la naturaleza. El serbal produce abundantes frutos que alimentan a los pájaros, que dispersan las semillas. Al mismo tiempo, sus flores proporcionan néctar a los polinizadores que permiten la reproducción del árbol. Estos intercambios naturales no se basan en la escasez ni en la compensación inmediata, sino en relaciones mutuamente beneficiosas que sostienen todo el ecosistema, creando abundancia para todos los participantes.
(Nota breve: Al igual que los pájaros no son receptores pasivos de los regalos de la baya de servicio, sino participantes activos que dispersan las semillas y contribuyen al ecosistema, las comunidades indígenas llevan mucho tiempo practicando la reciprocidad activa en lugar de la aceptación pasiva de la generosidad de la naturaleza. Durante miles de años, los pueblos indígenas han utilizado la quema controlada, la recolección selectiva y el cultivo deliberado para mejorar la biodiversidad y la productividad. Como señala la etnobotánica Rosalyn LaPier, describir a los pueblos indígenas como receptores pasivos de los dones de la naturaleza pasa por alto su gestión ecológica. Reconocer esta configuración mutua de los entornos a través de relaciones recíprocas refuerza los argumentos a favor de economías basadas en la reciprocidad y el respeto).
Kimmerer también sostiene que estamos éticamente obligados a modelar las economías humanas según las economías de dones de la naturaleza. Utilizando la baya de servicio como ejemplo, argumenta que los recursos como los alimentos son regalos de seres vivos con agencia y propósito, en lugar de meras mercancías. Puesto que son regalos, debemos recibirlos con gratitud y respeto, es decir, no debemos limitarnos a extraer y consumir todo lo posible sin tener en cuenta las necesidades de otros seres y de las generaciones futuras. Esta perspectiva, explica Kimmerer, cambia fundamentalmente nuestra relación con el mundo natural: cuando reconocemos que los recursos son regalos y no mercancías, desarrollamos de forma natural restricciones éticas sobre cómo los utilizamos.
Entender los recursos naturales como regalos La visión de Kimmerer de los recursos como regalos de seres vivos con capacidad de acción desafía la visión occidental de los recursos naturales como mercancías inertes que se extraen, y refleja muchas tradiciones de culturas indígenas de todo el mundo. Por ejemplo, en las tradiciones maoríes, las ballenas varadas se consideraban regalos de Tangaroa, el dios del mar. Cuando las ballenas encallaban, los maoríes las trataban con respeto ceremonial: les dedicaban saludos y oraciones, contaban con expertos espirituales que interpretaban los mensajes que pudiera transmitir la ballena, le daban un nombre a cada ballena para reconocer su individualidad y garantizaban una distribución equitativa de sus recursos entre toda la comunidad. Contrasta la perspectiva maorí de las ballenas encalladas con la de las sociedades occidentales. En lugar de ver estos recursos naturales como regalos y recibirlos con gratitud y respeto, las autoridades occidentales suelen tratarlos como un peligro medioambiental del que hay que deshacerse de forma eficiente. Es cierto que hay que deshacerse de los animales porque, si se dejan descomponer en la playa, pueden explotar y suponer un riesgo para la salud y la seguridad públicas. Pero los métodos tradicionales de eliminación -incluidosel enterramiento, la incineración y la eliminación en un vertedero- pueden ser un despilfarro. Algunos expertos abogan por devolver las ballenas varadas al mar porque, como describe Rebecca Griggs en "Whale Fall", sus cuerpos pueden sustentar a cientos de organismos de las profundidades marinas durante varias décadas mientras se descomponen lentamente. Este ciclo natural concuerda perfectamente con la idea indígena de que las ballenas son regalos, y los defensores de las economías de regalos podrían argumentar, como Kimmerer, que tenemos la responsabilidad ética de honrar este ciclo "devolviendo" las ballenas varadas al mar. |
Más información sobre las economías de regalo
Para comprender mejor qué es y cómo funciona la economía del regalo, consulte nuestra guía sobre el libro de Kimmerer La baya de servicio.