¿Cómo pueden los profesores mantener ocupada a toda una clase de alumnos cuando cada niño tiene capacidades de aprendizaje diferentes? La clave está en gestionar estratégicamente la memoria de trabajo de sus alumnos.
En Uncommon Sense Teaching, las expertas en aprendizaje Barbara Oakley y Beth Rogowsky, junto con el neurocientífico Terrence Sejnowski, demuestran cómo los procedimientos claros en el aula liberan recursos mentales para el aprendizaje, mientras que las adaptaciones flexibles permiten a cada estudiante tener éxito a su propio nivel. También abordan las razones neurológicas de la procrastinación y ofrecen estrategias prácticas para ayudar a los estudiantes a superar estas barreras mentales. He aquí sus conclusiones.
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Utilizar la memoria de trabajo para implicar a los alumnos
Por muy bueno que sea su plan de clase, en Uncommon Sense Teaching, Oakley, Rogowsky y Sejnowski afirman que mantener un aula llena de estudiantes comprometidos y concentrados es un reto excepcional. Sin embargo, puede mitigar en gran medida este problema si gestiona eficazmente la memoria de trabajo de sus alumnos. Esto significa evitar que los que tienen poca memoria de trabajo se frustren y que los que tienen mucha se aburran.
(Nota breve: Evitar la frustración y el aburrimiento es sin duda importante para mantener el interés de los alumnos, pero es sólo una parte de la solución. En HumanocracyGary Hamel y Michele Zanini afirman que hay cuatro elementos clave para mantener a las personas comprometidas con su trabajo. Esos elementos son la autonomía para encontrar sus propias formas de resolver problemas, el crecimiento a través del aprendizaje de cosas nuevas y la superación de retos interesantes, un sentimiento de conexión con sus compañeros y una misión en la que puedan creer; para los estudiantes, eso suele significar una respuesta convincente a la vieja pregunta "¿por qué estamos aprendiendo esto?". Aunque Hamel y Zanini aplican estos principios al compromiso de los empleados, son igualmente válidos como elementos del compromiso de los estudiantes).
Los autores escriben que tener normas y procedimientos claros para tu clase beneficiará a todos tus alumnos, independientemente de sus capacidades individuales de memoria. Esto ocurre porque tus expectativas acaban convirtiéndose en conocimiento procedimental para los niños, tras lo cual sabrán automáticamente cómo prepararse para la clase y cómo comportarse. De este modo, no tendrán que agotar su memoria de trabajo pensando en lo que tienen que hacer.
(Nota breve: En Magia 1-2-3el psicólogo clínico Thomas W. Phelan afirma que las rutinas claras y regulares tienen beneficios que van más allá de la reducción de la necesidad de memoria de trabajo. En primer lugar, las rutinas ayudan a los niños a desarrollar sus habilidades de funcionamiento ejecutivo -autocontrol y capacidad de actuar por iniciativa propia- porque ya saben lo que se espera de ellos. En segundo lugar, las rutinas refuerzan la autoestima de los niños porque pueden llevarlas a cabo por sí solos, en lugar de tener que pedir ayuda a un adulto).
Los autores también afirman que elaborar un plan de clase del modo que recomiendan creará una estructura general accesible para todos los alumnos. Sin embargo, le instan a que, a partir de esa estructura inicial, se adapte en la medida de lo posible a las necesidades de cada alumno. Para ello, hay que ofrecer opciones y recursos que todos los alumnos puedan aprovechar, aunque no estén obligados a ello.
Por ejemplo, puede repartir instrucciones escritas que desglosen las tareas en pasos más pequeños, para que los alumnos puedan consultarlas cuando lo necesiten. Esto puede ser útil para todos, aunque es probable que los estudiantes con poca memoria de trabajo necesiten consultar las instrucciones con más frecuencia. También puede ofrecer actividades opcionales que animen a los alumnos a aplicar sus conocimientos de formas nuevas, como escribir una redacción o crear un diorama. Esto supondrá un reto interesante para los alumnos con gran capacidad de memoria, sin castigar a los que no tienen capacidad para tales actividades.
(Nota breve: Los autores ofrecen algunas sugerencias que pueden ayudar a la mayoría de los alumnos a gestionar eficazmente sus propias necesidades. Sin embargo, algunos niños -especialmente los que tienen dificultades de aprendizaje u otros trastornos- pueden necesitar adaptaciones adicionales. Por ejemplo, algunas adaptaciones comunes para los niños con TDAH incluyen conceder tiempo extra para los exámenes y tareas, ayudas tecnológicas como programas de texto a voz (para que puedan escuchar el material en lugar de leerlo) o permiso para usar juguetes inquietos en clase siempre que no molesten a los demás estudiantes).
Por qué procrastinan los estudiantes y cómo ayudarles
Oakley, Rogowsky y Sejnowski añaden que la gente tiende a asumir que cuando los estudiantes procrastinan una tarea es por falta de compromiso (o simplemente por pereza), pero no siempre es así. Por el contrario, la procrastinación es a menudo el resultado de una incomodidad genuina.
Los autores explican que cuando la gente piensa en tareas desagradables o difíciles, se activan las partes del cerebro responsables de procesar el dolor físico. Como resultado, las personas tienden a evitar pensar en esas tareas, igual que evitan el malestar físico; en otras palabras, procrastinan. Comprender esto le ayudará a responder a la procrastinación con estrategias adecuadas, en lugar de limitarse a exigir un trabajo más duro o una mejor gestión del tiempo.
(Nota breve: Hablando en términos más generales, el cerebro humano procesa el dolor físico y el emocional de formas notablemente similares. Esto sugiere que, a nivel subconsciente, no podemos diferenciar entre el peligro físico y la angustia mental o emocional. Además, esta peculiaridad neurológica tiene efectos que van mucho más allá de la simple procrastinación. Por ejemplo, ayuda a explicar por qué tantas personas sufren un miedo tan intenso al rechazo que se pasan la vida intentando complacer a los demás, hasta el punto de descuidar sus propias necesidades y deseos).
Para que tus alumnos dejen de procrastinar, los autores te aconsejan que les ayudes a aprender cómo funciona su mente y cómo pueden trabajar con los procesos naturales de su cerebro. Cuando los niños entienden por qué una tarea les resulta desagradable y disponen de las herramientas para afrontar esa sensación, es mucho menos probable que procrastinen.
Por ejemplo, supongamos que un alumno se frustra porque no consigue dominar una habilidad por muchas preguntas de práctica que haga. Puede explicarle que trabajar con numerosos problemas similares sólo es útil al principio (durante el proceso de aprendizaje declarativo) y que desarrollará un verdadero dominio más fácilmente probando distintos tipos de ejercicios y practicando un poco cada día. A continuación, puede sugerirles una estrategia para construir el conocimiento procedimental, como trabajar con sólo cinco ejercicios al día y consultar sus apuntes lo menos posible.
(Nota breve: esta estrategia funciona porque, neurológicamente hablando, la procrastinación es el resultado de un conflicto entre dos partes del cerebro: el impulso emocional del sistema límbico para evitar el malestar y el impulso racional del córtex prefrontal para terminar una tarea. Cuando sus alumnos comprenden y abordan los sentimientos que hay detrás de su procrastinación, su sistema límbico se vuelve menos activo; en esencia, su cerebro se convence a sí mismo de que no hay peligro real y, por tanto, no hay razón para seguir evitando la tarea. Esto permite que las partes racionales de sus cerebros tomen el control y realicen la tarea).
Cultivar un aula segura y solidaria
Oakley, Rogowsky y Sejnowski afirman que un entorno social sano es crucial para que los alumnos aprendan eficazmente. Sin él, un niño herido, asustado o abrumado estará más preocupado por sentirse seguro que por prestar atención en clase: las situaciones estresantes desencadenan respuestas instintivas de lucha o huida que anulan el pensamiento racional. Por lo tanto, es importante asegurarse de que la dinámica de la clase sea de apoyo, en lugar de competitiva o crítica.
Crear un entorno seguro significa a veces ser flexible con las normas y expectativas. Puede que algunos alumnos estén enfadados, abrumados o tengan dificultades por algún otro motivo. En esos momentos difíciles, tu paciencia y tu comprensión les ayudarán mucho más que la imposición rígida de las normas (que sólo conseguiría estresarles aún más). Por ejemplo, un niño que esté demasiado enfadado para concentrarse en su trabajo sólo se enfadará más si le regañas o castigas por su falta de atención.
(Nota breve: aunque "lucha o huye" es como la gente suele describir los mecanismos instintivos de autodefensa, existen otras respuestas a la sensación de peligro. En TEPT complejoel psicoterapeuta Pete Walker identifica dos respuestas más comunes: la congelación, en la que la persona trata de evitar que se le note sin hacer nada en absoluto, y el adormecimiento, en la que trata de mantenerse a salvo apaciguando a la gente que le rodea. Esto significa que los alumnos que simplemente se sientan y no hacen nada pueden sentirse inseguros, y lo mismo puede ocurrir con los alumnos que se esfuerzan demasiado por agradar. Independientemente de cómo muestren su incomodidad, a estos alumnos les vendrá bien que les tranquilice diciéndoles que su aula es un lugar seguro donde no les harán daño, no les insultarán ni les castigarán injustamente).
Los autores también dicen que tu papel como profesor incluye guiar el desarrollo social y emocional de tus alumnos. Los niños pequeños, en particular, necesitan aprender habilidades de colaboración, resolución de conflictos y comunicación. Puede reforzar estas habilidades haciendo que los alumnos modelen diversas interacciones entre sí o que trabajen juntos en tareas, lo que contribuirá a crear un entorno de aprendizaje positivo tanto dentro como fuera del aula.
(Nota breve: Lo que los autores describen aquí se conoce como aprendizaje socioemocional (SEL, por sus siglas en inglés), y la investigación apoya los beneficios académicos del desarrollo de estas habilidades. Por ejemplo, un estudio de 2011 concluyó que enseñar a los estudiantes habilidades SEL como la autoconciencia, la empatía y la autogestión emocional aumentaba sus calificaciones en un 11% de media. A largo plazo, las habilidades SEL conducen a un mayor éxito en el lugar de trabajo, una mejor salud mental y relaciones interpersonales más fuertes a lo largo de la vida de una persona).
Más información sobre la participación de los estudiantes
Si quieres saber más sobre cómo mantener el interés de tus alumnos, puedes profundizar leyendo las guías completas de los libros mencionados en este artículo.