Resumen en PDF:Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen, por

Resumen y Sinopsis del libro: Aprenda los puntos clave en cuestión de minutos.

A continuación encontrará un avance del resumen del libro Shortform de Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen de Adele Faber y Elaine Mazlish. Lea el resumen completo en Shortform.

1 página Resumen en PDF de Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen

How to Talk So Kids Will Listen & Listen So Kids Will Talk ayuda a los padres a establecer relaciones de respeto mutuo con sus hijos. Escrito por dos educadores, The Boston Globe lo ha bautizado como "la biblia de la paternidad" . Aunque se publicó hace más de 40 años, sigue siendo popular por sus consejos concretos sobre cómo comunicarse de forma que el niño sepa que le escuchas y te preocupas por cómo se siente.

Tener que decir que no a tu hijo puede hacerte parecer el enemigo. Las ideas de este libro pueden cambiar esa dinámica y demostrar al niño que estás de su parte. En lugar de enzarzaros en luchas de poder, podéis trabajar juntos para resolver los problemas. Aprenderá a elogiar de forma eficaz, a responder cuando su hijo diga que "odia" a alguien, a conseguir que su hijo coopere, a fomentar su independencia y a obtener un mejor comportamiento sin castigos. Esta guía actualiza el material del libro e incluye investigaciones adicionales sobre técnicas de crianza eficaces, incluidas las investigaciones más recientes sobre el cerebro que respaldan las recomendaciones originales de los autores.

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Los juegos de rol pueden ser una buena preparación para la vida cotidiana

En Peaceful Parent, Happy Kids: How to Stop Yelling and Start Connecting,

La Dra. Laura Markham se basa en el consejo de Faber y Mazlish de utilizar hipótesis. Sugiere a los padres que utilicen animales de peluche para representar situaciones difíciles con sus hijos.

Por ejemplo, si tu hijo te echa la bronca por hacer los deberes, representad diferentes escenas posibles, turnándoos para ser el "padre" y el "hijo". Markham dice que no tengas miedo de ponerte tonto. Esto podría significar incluir algunas escenas en las que el niño hace los deberes con tinta invisible, o en las que los deberes se cancelan para siempre. Estos escenarios de juegos de rol, escribe Markham, son otra forma de conceder los deseos de fantasía de tu hijo.

Empatizar pone a padres e hijos del mismo lado en vez de en oposición, explican los autores. Conseguir la ayuda de su hijo para resolver un problema, tema central de nuestra próxima sección, también convierte a padres e hijos en aliados en lugar de combatientes.

3. Dar autonomía, obtener cooperación a cambio

Un tercer pilar del enfoque de Faber y Mazlish es dar a tu hijo un nivel de autonomía adecuado a su desarrollo. Esto hará que se sienta con poder en la relación, creará una relación más fluida, de toma y daca, y hará que tu hijo coopere más.

Demostrar que empatizas con sus sentimientos, como se describe en la sección anterior, sienta las bases para la cooperación. A partir de ahí, Faber y Mazlish sugieren enfoques que despersonalizan el conflicto para que deje de ser una guerra entre tú y tu hijo y se convierta en un esfuerzo de cooperación.

Ganarse la cooperación de los niños es clave porque los padres tienen que impedir que sus hijos hagan muchas cosas -ponerse zapatos de Barbie en la nariz, montar al perro- y esto puede hacer que parezcas un enemigo. Cuando te enzarzas en una lucha de poder con tu hijo, nadie gana.

Faber y Mazlish recomiendan que no te centres en tu autoridad, sino en resolver el problema que necesita solución. Cuando te centras en las soluciones, tu hijo puede sugerirte enfoques creativos en los que no habías pensado. Al permitirle idear formas de abordar los problemas que se le plantean, también estás fomentando su autonomía.

Por qué es importante la autonomía

¿Por qué es tan importante la autonomía? Según las etapas del desarrollo del psicólogo Eric Erikson, el sentido de la autonomía se desarrolla durante los primeros años de vida, de los 18 meses a los tres años, años que a menudo se consideran difíciles o "los terribles dos" porque los niños empiezan a insistir en sus propios deseos. Esta etapa forma parte del desarrollo natural del niño. Si los padres no fomentan suficientemente este sentimiento de independencia y capacidad, el niño puede dudar de sus habilidades, volverse dependiente y demasiado cauto, y tener baja autoestima.

Para empezar con buen pie, esto es lo que no debes hacer si intentas que un niño coopere, según los autores. No culpe ni acuse a sus hijos de rasgos negativos, como ser desordenados o torpes o no escuchar nunca. No les amenaces, ni utilices el sarcasmo, ni les des órdenes, ni les sermonees ni les compares con los demás.

Esto es lo que Faber y Mazlish dicen que deberías hacer.

Comunicar los hechos con neutralidad


Describe el problema: Puede que te apetezca decirle a tu hijo: "¡Siempre ensucias! Estoy harto. ¿Vives en un granero?". Pero si usted está enfadado, su hijo puede ponerse automáticamente a la defensiva y discutir en respuesta. Esto le enfrenta a usted con su hijo. Lo mejor es observar con calma: "Veo botas de barro en el suelo del salón". Cuando usted señala un problema, su hijo tiene la oportunidad de sugerir una solución, lo cual es una excelente habilidad que aprender, y su conversación se mantiene centrada en el problema y en cómo abordarlo.

Dar información

Dota a tu hijo de los conocimientos necesarios para tomar la decisión correcta. Por ejemplo, si están intentando darle la merienda al perro, diles: "Si le das chocolate a un perro, puede ponerse enfermo". Entonces podrán sacar su propia conclusión: "Mejor no le doy chocolate al perro". Si ellos mismos se dan cuenta de qué es lo correcto, es más probable que lo hagan.

Opciones de oferta

Ofrezca dos opciones que le parezcan aceptables;por ejemplo, sugiera a su hijo que se ponga el pijama rojo o el azul, y déjele elegir. De este modo, el niño se sentirá más seguro porque disfrutará eligiendo una opción y sentirá que usted valora su opinión.

Sea conciso

No acribilles a preguntas a tu hijo; cuanto más hables, menos espacio tendrá para pensar o responder. En lugar de un sermón, llama la atención sobre una tarea con una sola palabra. "¡Los dientes!" "¡La compra!" Deja que los niños descubran cuál es el problema y cómo pueden resolverlo.

Utilizar el andamiaje para fomentar la autonomía

Además de dar información y opciones, los padres pueden utilizar el andamiaje para fomentar la independencia de sus hijos. Al igual que un andamio es una estructura temporal que sirve de apoyo a un edificio en construcción, un andamio educativo sirve de apoyo a un niño mientras aprende a hacer las cosas por sí mismo. Con este apoyo, el niño puede sentirse más cómodo dando el siguiente paso, y el adulto retira gradualmente el andamiaje, es decir, hace cada vez menos cosas por el niño a medida que éste aprende a dominar las destrezas que necesita.

Otro enfoque que puede ayudar a fomentar la independencia de un niño es dejarle fracasar y volver a intentarlo. Si los padres intervienen demasiado pronto para ayudar a un niño, éste no es capaz de desarrollar estrategias de afrontamiento sanas ante el fracaso, y eso puede hacer que el niño tenga miedo de intentarlo por temor a cometer un error. Sólo cuando los niños tienen espacio para probar cosas, cometer errores y volver a intentarlo, desarrollan la resiliencia que necesitarán en su vida futura.

Anótelo

En lugar de regañar a los niños, los autores sugieren escribir una nota recordándoles que cuelguen la chaqueta mojada o bajen la tapa del váter. Las notas en papel pueden parecer más autoritarias para los niños que los recordatorios verbales. Si tus hijos siempre asaltan la cocina, puedes poner un cartel que diga "Despensa cerrada" después de la merienda. Los autores animan a adoptar enfoques caprichosos, como notas escritas desde el punto de vista de una toalla que diga: "¡No me dejes en el suelo! Cuélgame en el gancho de la puerta".

(Shortform nota: Escribir notas a tus hijos encaja con la estrategia general de Faber y Mazlish de despersonalizar las normas y hacer que la vida cotidiana sea menos una lucha de poder entre padres e hijos. Deja claro que estas tareas no son sólo cosas arbitrarias que quieres que hagan porque eres pesado, sino cosas que hay que hacer para que la casa funcione bien).

Comparte tus sentimientos

Haz saber a tus hijos cómo te afectan sus acciones. Puedes decirles: "No me gusta que me pinches cuando intentas llamar mi atención. Por favor, usa palabras". Si te sientes cansado o frustrado, puedes compartir estos sentimientos con ellos de una forma memorable; por ejemplo, diles algo como: "Mi paciencia es del tamaño de un ratoncito". En tiempos mejores, puedes decirles: "Mi paciencia es tan grande como un elefante".

Según Faber y Mazlish, cuanto más auténtico seas con tus hijos, más sinceros serán ellos contigo. Otra forma de dar espacio a tu hijo para que se exprese y se convierta en la mejor versión de sí mismo es deshacerte de las ideas preconcebidas que te hayas formado sobre él.

(Shortform nota: Además de compartir sus propios sentimientos, la Dra. Laura Markham aconseja a los padres que practiquen el autocuidado y traten sus sentimientos como válidos y dignos de atención. Si te sientes abrumado, concédete lo que necesites en ese momento, si puedes; por ejemplo, un descanso de cinco minutos o una taza de café. Prográmalo para más tarde si ahora es imposible).

4. Desafíe las ideas preconcebidas sobre sus hijos

Una cuarta clave para comunicarse con los hijos es replantearse los estereotipos que uno tiene, aunque sea inconscientemente, sobre ellos, y ayudarles a resistirse a las etiquetas que otros les imponen. La forma en que usted piensa de sus hijos se convierte en la forma en que ellos piensan de sí mismos. Una de las autoras describe cómo una enfermera etiquetó a su hijo recién nacido de "testarudo" porque no respiraba enseguida. La etiqueta se le quedó grabada, y le resultó difícil pensar en su hijo de otra manera. La idea de que era testarudo se convirtió en una profecía autocumplida.

Los estereotipos negativos y positivos perjudican a los niños

Cuando se estereotipa a los niños, ya sea negativa o positivamente, pueden acabar teniendo que negar algunos de sus sentimientos auténticos para encajar en ese papel estrecho. Los estereotipos negativos dificultan que los niños se comporten de forma diferente. Incluso los estereotipos positivos pueden tener efectos negativos, porque si a un niño se le llama, por ejemplo, "el más listo de la clase", puede sentirse menos propenso a asumir riesgos o a levantar la mano en clase para responder a una pregunta difícil; si se equivoca, podría arruinar su reputación de inteligencia.

Estos estereotipos pueden funcionar en la escuela, en la sociedad e incluso en casa. Por ejemplo, en algunas familias se encasilla a los niños en unos pocos roles. Está el chivo expiatorio, o la oveja negra, a quien se culpa de todos los problemas de la familia. Está el niño de oro, que se supone que es perfecto y siempre hace felices a sus padres. Los psicólogos afirman que los adultos que padecen el síndrome del niño de oro pueden sufrir ansiedad, perfeccionismo y depresión, tener problemas para establecer límites, hacer todo lo posible por complacer a los demás y depender demasiado de la validación externa.

Afortunadamente, si las personas son más conscientes de los papeles que se les asignaron de niños, podrán afrontar mejor estos problemas. Si se siguen los consejos de Faber y Mazlish, habrá menos probabilidades de que los niños se vean obligados a desempeñar papeles estrechos.

Para salir de esta dinámica perjudicial, primero hay que saber lo que no hay que hacer: No etiquetes a los niños ni dejes que otros los etiqueten. Si alguien llama tímido a tu hijo, puede que sigas pensando así de él aunque intentes no hacerlo. Si usted u otros llaman a su hijo mandón, irritante o egoísta, actuará de esa manera, dicen los autores.

Esto es lo que Faber y Mazlish dicen que deberías hacer en su lugar. Son formas de ayudar a tu hijo a darse cuenta de que es más que las etiquetas que le han impuesto.

No se estereotipe

Si cometes un error, no te llames "estúpido" o "torpe"; habla de lo que puedes hacer mejor la próxima vez. Al igual que harías con un niño, cuando hables de ti, dirígete al comportamiento y no a la persona. Modela respuestas útiles ante situaciones difíciles. Si tienes que limpiar una cocina desordenada, admite ante tu hijo que te sientes un poco abrumado porque es un trabajo grande, pero luego hablad de cómo lo haréis paso a paso.

Establecer expectativas

Si tu hijo se porta mal, dile cómo te sientes y cómo te gustaría que se comportara. Por ejemplo, si olvida las llaves en el colegio, dígale que espera que sea capaz de recordar cosas importantes, como las llaves. Los autores explican que si usted confía en su capacidad, es más probable que actúe de forma responsable.

Ayudar a los niños a verse a sí mismos de forma diferente

Si tu hijo ha sido tachado de olvidadizo, intenta darle responsabilidades para demostrarle que confías en él, dicen Faber y Mazlish. Si otros (¡o tú mismo!) han tachado a tu hijo de torpe o descoordinado, dale la oportunidad de demostrar sus saltos mortales o de ayudarte a arreglar un juguete roto.

Elogiar a los niños en su presencia

Mientras habla por teléfono con su abuela o con un vecino, contrarreste los posibles estereotipos sobre su hijo hablando de cómo se comportó de forma diferente, y deje que el niño le oiga. Por ejemplo, si a tu hijo pequeño le han llamado infantil, cuéntale a los demás cómo se comportó de forma madura.

Liberar a los niños de los rígidos roles de hermanos

Aunque intenten conscientemente contrarrestar los estereotipos, los padres pueden dejar que el orden de nacimiento influya inconscientemente en la forma de tratar a sus hijos. Por ejemplo, pueden pensar que su hijo mayor es el que debe ser maduro y responsable, que el mediano es difícil y que el pequeño es al que pueden mimar y consentir. En Hermanos sin rivalidad, Faber y Mazlish explican cómo los padres pueden ayudar a sus hijos a liberarse de estos roles restrictivos.

Por un lado, recomiendan a los padres que examinen cómo su propio orden de nacimiento puede influir en la forma en que tratan a sus hijos. Un padre que de niño fue hermano mayor y siempre consideró a su hermana pequeña una molestia podría simpatizar más con su hijo mayor cuando sus propios hijos se pelean, mientras que otro padre que fue hermano menor podría simpatizar más con sus hijos pequeños.

Faber y Mazlish también advierten a los padres de que es posible que no sepan todo lo que ocurre entre sus hijos; tal vez los padres hayan estereotipado a uno de ellos como matón porque parece empezar las peleas, pero el otro hermano le está pinchando de maneras que los padres no perciben.

También es importante, añaden los autores, tratar a los niños no como son, o como parecen ser, sino como nos gustaría que llegaran a ser. Incluso un niño que se burla constantemente de su hermana tiene una capacidad de bondad que se puede fomentar; incluso a un niño que parece ser siempre la víctima se le puede enseñar a defenderse.

Recordar a los niños sus éxitos pasados

Contrarreste los adjetivos que otros puedan haber impuesto a su hijo recordándole cómo ha actuado de forma diferente en el pasado; por ejemplo, si su hijo le dice que su profesor le llamó desordenado, háblele de una ocasión en la que fue organizado.

Según Faber y Mazlish, si recuerdas a tu hijo los momentos anteriores en los que demostró cualidades admirables, reforzarás esas cualidades . Centrarse en lo positivo reforzará la autoestima de su hijo, le demostrará que usted le apoya y creará una relación de confianza y respeto mutuos. Esta base facilitará la respuesta cuando su hijo no se comporte como usted desearía. En la siguiente sección se explica cómo responder utilizando alternativas a las formas tradicionales de castigo.

(Shortform nota: La Dra. Laura Markham sugiere otra forma de señalar los éxitos de los niños. Aconseja a los padres que no se centren en decirle al niño que le ha hecho feliz, sino en compartir con él los efectos de su comportamiento positivo. Por ejemplo, puedes decirle a un niño: "Rebeca se puso muy contenta porque le diste la vuelta en el tobogán". Esto ayuda a los niños a entender por qué deben comportarse amablemente: no es sólo para complacerle a usted, sino para mejorar la vida de los demás).

5. Cómo fomentar un comportamiento positivo sin castigos

El último principio de Faber y Mazlish para comunicarse eficazmente es utilizar la comunicación como alternativa al castigo. Explican que el castigo es una distracción, porque en lugar de reflexionar sobre su comportamiento y cómo puede hacerlo mejor, un niño castigado se enfada y se molesta y quiere vengarse. Pero muchos padres no saben qué más hacer.

En primer lugar, Faber y Mazlish insisten en lo que no hay que hacer si un niño se porta mal, tenga la edad que tenga: No hagas nada que no tenga que ver con la infracción, como quitarle un juguete o mandarle a su cuarto. Un castigo de este tipo vuelve al niño desafiante y vengativo, y no le ayuda a entender cómo debe comportarse de otra manera en el futuro.

Por qué el castigo no funciona

Faber y Mazlish no definen explícitamente el castigo, pero dan ejemplos de castigos típicos: decirle a un niño que no puede comer una golosina, excluirle de una actividad familiar o hacerle quedarse en un rincón. Desde que se publicó Cómo hablar para que los niños escuchen y Cómo escuchar para que los niños hablen, se han realizado numerosos estudios que demuestran que este tipo de castigos -privar al niño de algo que desea, aislarlo de la familia- son contraproducentes.

La Dra. Laura Markham escribe sobre algunas de estas investigaciones en Peaceful Parent, Happy Kids: How to Stop Yelling and Start Connecting (Padres pacíficos, hijos felices: cómo dejar de gritar y empezar a conectar) y en sus artículos para Psychology Today sobre cómo fomentar el buen comportamiento sin castigos. Según la Dra. Markham, el castigo puede hacer que un niño sienta que es malo, lo que le hace más propenso a portarse mal en el futuro. Añade que el castigo llena el cerebro del niño de adrenalina, lo que le incapacita para razonar con calma. El castigo tampoco refuerza la moral en desarrollo del niño, que puede comportarse por miedo a que le pillen, pero en cuanto desaparece la amenaza -cuando los padres ya no vigilan- vuelve a comportarse como antes.

Esto es lo que Faber y Mazlish dicen que hay que hacer. Céntrese en conseguir el comportamiento adecuado en el futuro, no en castigar al niño por sus fechorías pasadas.

Pedir ayuda a los niños que se portan mal

Faber y Mazlish recomiendan redirigir a los niños haciéndoles participar en una actividad constructiva. Por ejemplo, si tus hijos están cogiendo juguetes en la tienda, pídeles que te ayuden a comprar lo que necesitas.

Explicar por qué deben Compórtate de forma diferente

Puede parecer frustrante o repetitivo estar continuamente explicando a un niño por qué su comportamiento es problemático, pero Faber y Mazlish recomiendan seguir intentándolo. En lugar de criticar al niño, céntrese en las posibles consecuencias de sus acciones. Por ejemplo, si sus hijos juegan al pilla-pilla en la acera y no miran por dónde van, no les etiquete ni les castigue diciéndoles: "¡Qué travieso eres, hoy no hay premio para ti!". Explícales que la gente y los perros pueden tropezar con ellos.

(Shortform nota: Sarah Ockwell-Smith recomienda un método mindful que ella denomina "¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué?". Considera por qué tu hijo se comporta de esa manera, cómo se siente y cuál es tu objetivo al disciplinarlo. Destaca que la palabra "disciplina" viene del latín y significa "aprender", por lo que no debería tratarse de seguir normas, sino de enseñar a tu hijo a desenvolverse en situaciones difíciles).

Pídales que le ayuden a resolver el problema

Haz que tu hijo forme parte de la solución en lugar de hacerle sentir que es el problema. Esta táctica se hace eco del punto anterior sobre dar autonomía para obtener cooperación a cambio. Faber y Mazlish señalan que implicar a tu hijo en la lluvia de ideas para encontrar soluciones (como se recomendó anteriormente) puede asegurarle que formáis un equipo, que le escuchas y que tienes en cuenta sus sentimientos. No se trata de convencer a tu hijo de que tú sabes más y de que debe hacer lo que tú le digas. Se trata de estar abierto a las soluciones que proponga e intentar llegar a un compromiso.

Recabar la ayuda de un niño para encontrar una solución se basa en muchas de las habilidades que enseñan Faber y Mazlish: dar razones, dar opciones, respetar los sentimientos del niño, fomentar la autonomía, no poner etiquetas negativas a los niños.

He aquí cómo Faber y Mazlish dicen que debes poner en práctica estas habilidades: Siéntate tranquilamente con tu hijo.

  • Primero hable de sus sentimientos y necesidades y luego de los suyos. Por ejemplo, tu hijo puede querer seguir jugando con sus amigos, pero tú necesitas que esté en casa antes de cenar.
  • Reflexionen juntos sobre cómo conseguirlo, anotando cualquier idea, aunque no estén de acuerdo; por ejemplo, aunque su hijo sugiera que se le permita salir siempre que quiera, anótelo.
  • A continuación, vuelve a repasar la lista, deshazte de las ideas inviables y comprueba si puedes llegar a una solución de compromiso. Es posible que a tu hijo y a ti se os ocurran soluciones creativas, y no se tratará de quién gana la batalla, sino de cómo podéis resolver el problema los dos.

La disciplina debe ajustarse al nivel de desarrollo del niño

Ockwell-Smith señala que cuando los niños tienen un comportamiento difícil, no lo hacen a propósito: reaccionan ante expectativas poco realistas. La disciplina suave consiste en reajustar las expectativas de los padres para tener en cuenta el nivel de desarrollo cerebral del niño. Cuando se escribió Cómo hablar para que los niños escuchen y Cómo escuchar para que los niños hablen en 1980, no sabíamos que la última parte del cerebro en madurar es el córtex prefrontal, que interviene en la regulación de las emociones, la formulación de juicios y el control de los impulsos, y que esta maduración no se produce hasta el final de la adolescencia y el principio de la veintena.

Los niños tienen dificultades con estas tareas porque sus cerebros no están completamente desarrollados, y la disciplina suave entiende esto y se ajusta al niño donde está. Por ejemplo, los niños menores de cuatro años no tienen un sentido bien desarrollado de cómo se sienten los demás, por lo que no es realista esperar que compartan. Anímales, pero no les castigues por negarse. Gentle Discipline está lleno de ideas sobre cómo reajustar las expectativas para adaptarlas a la etapa del niño y cómo convertir la disciplina en una experiencia de aprendizaje.

Hablar con la próxima generación

Faber y Mazlish escriben en el epílogo del libro que, décadas después, sus consejos sobre comunicación y respeto son más pertinentes que nunca. En una época en la que los padres están ocupados y estresados, en la que es difícil conciliar la vida laboral y familiar, en la que las redes sociales fomentan la distracción y el acoso, y en la que los niños reciben teléfonos en cuarto de primaria, padres e hijos necesitan toda la ayuda posible para aprender a ser amables con los demás y consigo mismos.

Una de las últimas secciones del libro es una nota de 2012 de la hija de Adele Faber, Joanna, antigua profesora de primaria que continúa la labor de su madre.

(Shortform nota: Además de contribuir al libro de Faber y Mazlish How to Talk So Kids Can Learn at Home and in School, Joanna ha escrito dos libros recientes junto con Julie King: Cómo hablar para que los niños pequeños escuchen (2017), centrado en niños de dos a siete años, y Cómo hablar cuando los niños no escuchan (2021). Joanna Faber y King crearon la aplicación complementaria HOW TO TALK: Parenting Tips in Your Pocket, así como la app Parenting Hero. También dirigen talleres en línea).

Joanna Faber escribe que, aunque se había criado en un ambiente de respeto y aceptación gracias al estilo de crianza de su madre, descubrió que no era tan fácil tener paciencia cuando tuvo sus propios hijos. A veces se decía a sí misma: "¿Por qué has hecho eso? Te acabo de decir que no lo hagas" o "Vale, te dejo aquí".

Pero se hace eco del mensaje de su madre de que, como padre, siempre tienes otra oportunidad de responder mejor al mal comportamiento de tu hijo. Joanna Faber escribe que reconocer los sentimientos es, para ella, la habilidad más fundamental que se aborda en el libro. A menudo puede resolver el problema; a veces la empatía por sí sola hace que el niño se sienta mejor. Y crea una relación de respeto mutuo, de modo que muchos problemas ni siquiera llegan a producirse.

(Shortform note: Joanna Faber's How to Talk When Kids Won't Listen updates her mother's advice with scientific research, especially about acknowledging feelings. Por ejemplo, comenta un estudio en el que se hizo un seguimiento de padres con distintos estilos de comunicación durante varios años. Se descubrió que los niños cuyos padres aceptaban sus sentimientos estaban menos estresados, tenían mayor capacidad de atención, se comportaban mejor, obtenían mejores resultados en las pruebas de rendimiento y se llevaban mejor con los demás. Los efectos eran incluso fisiológicos: estos niños tenían un sistema inmunitario más fuerte. Estos resultados sugieren que Adele Faber y Elaine Mazlish se adelantaron a su tiempo al desarrollar un enfoque de crianza que hace hincapié en la empatía).

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