En un mundo en el que podemos conectar instantáneamente con cualquier persona del planeta, ¿por qué tantas personas se sienten profundamente solas? La respuesta se encuentra en lo más profundo de nuestra historia evolutiva: los humanos no sólo hemos desarrollado una preferencia por la compañía, sino una necesidad biológica real de conexión que es tan fundamental para nuestra supervivencia como la comida o el cobijo.
Desde las recompensas neuroquímicas que nos proporciona el cerebro cuando conectamos con otros hasta el dolor físico que experimentamos durante el rechazo social, nuestro cuerpo trata el aislamiento como una auténtica amenaza para la supervivencia. Este artículo examina tanto los fundamentos evolutivos de la conexión humana como el papel que desempeña en la felicidad. Siga leyendo para conocer las opiniones del Cirujano General de EE.UU. Vivek Murthy, el neurocientífico John Cacioppo y la profesora de psicología Sonja Lyubomirsky, entre otros.
Índice
Por qué el ser humano necesita la conexión para sobrevivir
El Cirujano General de EE.UU. Vivek Murthy escribe en su libro Juntos que la prevalencia de la soledad en poblaciones tan diversas sugiere que nuestra necesidad de conexión social trasciende las fronteras culturales y las diferencias demográficas. Esto plantea una pregunta crucial: ¿Por qué la desconexión social afecta a los seres humanos de forma tan profunda y constante? Según Murthy, la respuesta está en nuestra historia evolutiva, en la que las conexiones profundas con los demás han sido esenciales para la supervivencia.
(Nota breve: Aunque Murthy hace hincapié en nuestra necesidad evolutiva de conexión, los factores culturales también influyen en las experiencias de soledad de las personas. Las investigaciones sugieren que las sociedades colectivistas como Japón experimentan la soledad de forma diferente a las culturas individualistas como la estadounidense. En las culturas colectivistas, la soledad suele deberse a que no se cumplen las obligaciones del grupo, mientras que en las culturas individualistas, la soledad proviene de la falta de relaciones personales).
El papel de la conexión social en la evolución humana
Murthy sostiene que la conexión social ha sido clave en la evolución humana. Basándose en los trabajos del neurocientífico John Cacioppo, Murthy explica que la ventaja evolutiva de los humanos no se debió sólo a nuestras ventajas físicas, sino también a nuestra capacidad para comunicarnos y colaborar. El estudio de los primeros asentamientos humanos ha revelado pruebas de una sofisticada cooperación. Por ejemplo, los hallazgos arqueológicos de Göbekli Tepe (Turquía) demuestran que los cazadores-recolectores colaboraron en la construcción de enormes monumentos de piedra en torno al 9.500 a.C., lo que habría requerido un esfuerzo coordinado, recursos compartidos y habilidades especializadas.
(Nota breve: John Cacioppo fue un pionero en el campo de la neurociencia social. En La soledad (2008), en coautoría con William Patrick, Cacioppo comparó la soledad con el hambre, describiéndola como una señal biológica de una necesidad insatisfecha -la conexión social- que es crucial para la supervivencia humana. Mientras que él destacaba la importancia biológica de la conexión, investigaciones más recientes aclaran cómo nuestra naturaleza social aceleró nuestro desarrollo en comparación con otras especies: Según el concepto de "efecto trinquete" cultural, los humanos somos únicos por nuestra capacidad de conservar y aprovechar las innovaciones de generaciones anteriores en lugar de empezar de cero).
Esta ventaja evolutiva continúa hoy en día: Nuestra capacidad para colaborar, compartir conocimientos entre generaciones y aprovechar la sabiduría colectiva impulsa la innovación, lo que nos permite resolver retos complejos e impulsa el progreso tecnológico y cultural.
(Nota breve: Si los humanos evolucionamos para cooperar, ¿por qué hacemos la guerra? Aunque los humanos desarrollamos la capacidad de cooperar excepcionalmente dentro de un grupo, más tarde desarrollamos la agresión entre grupos para adaptarnos a los desafíos. Las pruebas arqueológicas demuestran que la guerra surgió hace unos 10.000 años en las sociedades sedentarias, impulsada por la escasez de recursos y los desequilibrios de poder entre grupos. Esta historia evolutiva explica por qué destacamos en la colaboración y, sin embargo, podemos movilizar estas mismas habilidades sociales para la violencia colectiva cuando competimos por recursos limitados).
Nacidos para conectar
Según Murthy, nuestra dependencia de la cooperación social no es sólo histórica, sino que está arraigada en nuestra biología. Desde que nacemos, los humanos mostramos comportamientos innatos de búsqueda de conexión que reflejan nuestra naturaleza inherentemente social. Los bebés lloran en señal de angustia, mantienen el contacto visual para establecer vínculos y se tranquilizan al oír voces familiares; todos ellos comportamientos que incitan a los cuidadores a permanecer cerca y ofrecer protección. Por su parte, los adultos sienten instintivamente un poderoso impulso protector hacia los bebés y los niños pequeños.
(Nota breve: Aunque Murthy identifica correctamente los comportamientos de búsqueda de conexión como evolutivamente ventajosos, merece la pena señalar que estos comportamientos existen en un espectro a lo largo del desarrollo humano. No todos los bebés muestran el mismo nivel de compromiso social. Las investigaciones sobre el temperamento demuestran que algunos bebés son naturalmente más receptivos socialmente que otros. Además, la neurodivergencia puede afectar a los patrones típicos de desarrollo social: Los bebés a los que posteriormente se les diagnostica un trastorno del espectro autista muestran un contacto visual y una capacidad de respuesta social reducidos desde una edad temprana).
Estos vínculos tempranos moldean el desarrollo del cerebro, creando vías neuronales que influyen en todas las relaciones futuras: Un bebé que recibe consuelo constantemente aprende que se puede confiar en los demás y desarrolla mejores aptitudes para las relaciones en la edad adulta. Murthy señala el patrón universal del apego en todas las culturas como prueba de que nuestra necesidad de conexión es innata.
(Nota breve: Las investigaciones sobre neuroplasticidad sugieren que, aunque nuestras primeras relaciones establecen bases neuronales cruciales para futuras conexiones sociales, estos patrones no están fijados de forma permanente. Los estudios demuestran que intervenciones terapéuticas como la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) pueden recablear las vías neuronales formadas durante la infancia. Estas pruebas desafían las interpretaciones rígidas de la teoría del apego -quepropone que nuestras relaciones tempranas con los cuidadores crean plantillas para toda la vida sobre cómo nos conectamos con los demás- al demostrar que nuestros cerebros siguen siendo cambiantes a lo largo de la vida, lo que nos permite desarrollar nuevos patrones de relación incluso después de experiencias infantiles adversas).
La recompensa fisiológica de la conexión
Murthy escribe que nuestros cuerpos tienen sistemas biológicos incorporados que fomentan los vínculos sociales a través de sensaciones placenteras. Cuando interactuamos positivamente con los demás, nuestro cerebro libera oxitocina, dopamina y serotonina, sustancias químicas que generan sensaciones de placer y bienestar. Este sistema de recompensa natural hace que la conexión social y la cooperación nos hagan sentir bien, motivándonos a construir y mantener relaciones.
(Nota breve: Las investigaciones revelan que la oxitocina no es sólo un desencadenante del placer, sino que también actúa como un filtro social que nos ayuda a desenvolvernos en diferentes contextos y tipos de relaciones. Los efectos de la oxitocina dependen en gran medida de las señales ambientales. En contextos positivos, como las interacciones con la familia o los amigos, fomenta las conductas de acercamiento y la conexión emocional. Por el contrario, en situaciones negativas, como el acoso o los encuentros competitivos, puede amplificar las respuestas de evitación o defensivas. Este sofisticado sistema permitió a nuestros antepasados crear vínculos sociales esenciales sin dejar de estar alerta ante posibles amenazas).
Por otro lado, nuestro cerebro procesa el rechazo social en las mismas áreas que registran el dolor físico. Cuando nos sentimos solos o excluidos, nuestro cuerpo produce hormonas del estrés y respuestas inflamatorias similares a las desencadenadas por las amenazas físicas. Este circuito neuronal compartido crea un poderoso impulso para volver a conectar con los demás, ya que nuestra biología trata el aislamiento social como un peligro para nuestra supervivencia, un mecanismo que evolucionó para protegernos asegurando que mantenemos las conexiones necesarias para la seguridad y el bienestar. (Nota breve: El circuito neuronal compartido entre el dolor físico y el social abre oportunidades para tratar la desconexión con enfoques establecidos de tratamiento del dolor. Las investigaciones demuestran que el paracetamol alivia la respuesta del cerebro al rechazo social, lo que sugiere que los tratamientos desarrollados para el dolor físico podrían ayudar a abordar el sufrimiento social).
Conexiones sociales y felicidad
En El cómo de la felicidadSonja Lyubomirsky se centra menos en la importancia evolutiva de las conexiones sociales y destaca la importancia de éstas en la búsqueda de la felicidad, recomendando tres estrategias para fortalecer las relaciones:
- Sé amable: Dedica momentos específicos de tu semana a realizar actos altruistas o a profundizar en tu compasión a través de la comprensión y la empatía con los demás.
- Cuide sus relaciones: Dedique tiempo de calidad a sus seres queridos, exprese afecto abiertamente, gestione los conflictos de forma constructiva y muestre un interés genuino por los demás.
- Perdona y sigue adelante: Reflexiona sobre el crecimiento personal a partir de heridas pasadas, comprende las perspectivas de quienes te han hecho daño y participa en rituales que simbolicen el dejar ir.
Lyubomirsky afirma que estas tres estrategias mejoran su felicidad a largo plazo ayudándole a cultivar vínculos profundos y auténticos, a dar espacio a las emociones positivas en su vida y a resistir la adaptación hedónica. Analicemos en detalle cada uno de estos resultados.
#1: Vínculos profundos y auténticos
Lyubomirsky explica que practicar la compasión y la amabilidad genera confianza, lo quete anima a ti y a tus amigos a ser auténticos, compasivos y generosos unos con otros.
Además, Lyubomirsky sostiene que cultivar diversas amistades, parejas sentimentales y lazos familiares profundiza el sentimiento de pertenencia y refuerza la red de apoyo y el bienestar emocional.
Por último, Lyubomirsky afirma que perdonar a los demás, implique o no reconciliación, fomenta la empatía y la comprensión, allanando el camino para establecer vínculos auténticos.
#2: Espacio para más emociones positivas en tu vida
Según Lyubomirsky, dejar ir las heridas del pasado crea espacio para las emociones positivas al aliviar emociones negativas como el resentimiento, la ira, la depresión y la ansiedad.
Además, Lyubomirsky explica que participar en actos de bondad desvía la atención de los problemas personales, lo que permite centrarse en la gratitud por la buena fortuna.
#3: Resistencia a la adaptación hedónica
Participar en relaciones significativas puede reafirmar tu valor y aumentar tu autoestima. Lyubomirsky argumenta que estos beneficios ofrecen resistencia contra la adaptación hedónica y garantizan una fuente más estable de felicidad: cuando te sientes seguro de ti mismo, estás menos inclinado a participar en la comparación social que te lleva a perder rápidamente la satisfacción con lo que tienes.
Más información sobre la importancia de la conexión social
Para comprender mejor el papel de la conexión social y su contexto más amplio, consulte las guías de Shortform sobre los libros a los que hemos hecho referencia en este artículo: