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¿Se debe recompensar a los niños? Argumentos a favor y en contra

Una mano que recompensa a un niño colocándole una pegatina con una estrella dorada en la camiseta.

¿Se debe elogiar y recompensar a los niños, o este enfoque tiene un efecto contraproducente? Los expertos en crianza están divididos sobre esta cuestión: algunos abogan por el refuerzo positivo estratégico y otros advierten que cualquier forma de recompensa puede dañar la motivación intrínseca y la autoestima de los niños.

Thomas W. Phelan, autor de 1-2-3 Magic, defiende el uso de las recompensas cuando se utilizan con prudencia. Por el contrario, el educador Alfie Kohn sostiene en Unconditional Parenting que todas las recompensas, incluidos los elogios y el afecto, condicionan a los niños a buscar la validación externa en lugar de desarrollar su propia brújula interna. Esta guía explora ambas perspectivas para ayudarle a navegar por uno de los debates más controvertidos de la crianza de los hijos.

Argumentos a favor de las recompensas

En 1-2-3 Magic, el psicólogo clínico Thomas W. Phelan ofrece consejos para utilizar el refuerzo positivo con los niños con el fin de animarlos y evitar conflictos. Habla de cómo elogiar de forma adecuada, vigilar el tono de voz y aceptar las consecuencias naturales.

N.º 1: Utiliza elogios apropiados.

Phelan te anima a intentar que haya tres comentarios positivos por cada comentario negativo que les hagas a tus hijos. Los niños suelen recibir más comentarios negativos que positivos de sus padres, simplemente porque los padres no dicen nada cuando los niños se portan bien, pero hablan cuando empiezan a portarse mal. Aunque la intención es buena, el resultado es que los niños suelen acabar escuchando más cosas sobre lo que hacen mal que sobre lo que hacen bien. 

Para transmitir tus comentarios positivos, puedes asomar la cabeza por la puerta cuando tu hija esté jugando tranquilamente y elogiarla por su concentración, felicitar a tu hijo por compartir con su hermana pequeña, etc. Phelan señala que los elogios públicos e inesperados son especialmente beneficiosos y significativos para los niños.

Cuando necesites hacerle una crítica constructiva a tu hijo, Phelan sugiere utilizar el patrón positivo-negativo-positivo. Esto significa que debes intercalar la parte crítica de tu comentario con dos comentarios positivos. Por ejemplo, si tu hijo acaba de terminar su rutina matutina, pero ha hecho la cama de forma descuidada, podrías decirle algo como: «¡Vaya! ¡Qué bien que hayas empezado las tareas de la mañana tú solo! Parece que te has apresurado un poco al hacer la cama, así que quizá deberías volver y tomarte tu tiempo para alinearlo todo. ¡Me ha gustado mucho que también te hayas cepillado la lengua al lavarte los dientes!».

Elogiar a tu hijo con palabras

En Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen, las educadoras Adele Faber y Elaine Mazlish explican cómo elogiar a los hijos para comunicarse con ellos de la manera más eficaz, afirmando que los elogios empoderadores son un excelente punto de partida. Destacan la importancia de los elogios por varias razones. En primer lugar, elogiar a los hijos es algo proactivo que los padres pueden hacer en cualquier momento. Garantiza que se comunique no solo sobre los problemas que deben abordarse, sino también sobre aquello de lo que se siente orgulloso. Por último, es una forma muy eficaz de fomentar un comportamiento positivo.

Sin embargo, para elogiar de manera eficaz, Faber y Mazlish afirman que primero hay que comprender qué no se debe hacer al elogiar. Tal y como aprendieron del psicólogo infantil Haim Ginott, los elogios son como una medicina emocional y deben administrarse con cuidado y de forma intencionada. Cuando tus hijos te preguntan si su dibujo garabateado es «bueno», puedes responder: «¡Sí! ¡Es genial!». Pero este tipo de elogio no suena auténtico para los niños, porque es demasiado vago y no demuestra que estés prestando atención y apreciando lo que han hecho, según los autores.

Ahora, esto es lo que Faber y Mazlish recomiendan en su lugar.

Utiliza elogios descriptivos. 

Los autores recomiendan el elogio descriptivo, que consiste en describir de forma específica y entusiasta lo que se ve en el dibujo, como las formas y los colores. Sus hijos apreciarán que les preste atención. El elogio descriptivo también hace que los niños sean conscientes de sus puntos fuertes y refuerza su autoestima. Así, ellos mismos podrán elogiarse a sí mismos. 

Por ejemplo, si elogias a un niño específicamente por lo bien que ha hecho la cama o por lo imaginativo que ha sido al completar una tarea de escritura, es posible que te responda: «¡Sí! ¿Has visto cómo he doblado la parte superior de la manta? He tenido mucho cuidado» o «¡He pensado mucho en lo que pasaría si los hipopótamos fueran al espacio!». Cuando comprenden qué es lo que es digno de elogio en sus acciones, serán más capaces de repetir esas acciones en el futuro. 

(Nota breve: Los elogios vagos, contra los que advierten Faber y Mazlish, como «¡Qué bien queda!» o «¡Buen trabajo!», se denominan elogios evaluativos, lo que significa que se centran en el juicio de los padres sobre el niño. Incluso cuando ese juicio es positivo, el niño sabe que los padres solo lo elogian porque se sienten obligados a hacerlo, no porque aprecien los logros concretos del niño. Los estudios han demostrado que los elogios descriptivos son mucho más eficaces para ayudar a los niños a desarrollar una mentalidad de crecimiento, o la confianza en que pueden aprender y mejorar). 

N.º 2: Cuida tu tono

Phelan señala que si tu tono de voz parece indicar que estás listo para pelear con un niño, es probable que lo consigas, por lo que es mejor que tus peticiones no sean conflictivas. Por ejemplo, si es casi la hora de acostarse, es posible que te frustre ver que tu hija de 10 años sigue jugando en su habitación, en lugar de empezar con su rutina para irse a dormir. En este caso, podrías decir con calma: «Es casi la hora de acostarse, será mejor que empieces con tu rutina para irte a dormir», en lugar de: «¡¿No sabes qué hora es?! ¡¿Por qué siempre tengo que recordarte que te prepares para irte a la cama?!». 

N.º 3: Acepta las consecuencias naturales

En algunos casos, lo mejor es simplemente dejar que las consecuencias naturales de que su hijo no cumpla con su rutina sirvan como herramienta para que vuelva al buen camino. Cuando puede confiar en las consecuencias naturales para animar a su hijo a seguir su rutina, no tiene que involucrarse, lo que evita tensiones en su relación. Además, los niños son más propensos a aprender de sus errores después de ver que la consecuencia fue un resultado directo de su comportamiento y no un castigo impuesto por los padres. 

Por ejemplo, si su hijo es responsable de preparar su propia mochila y se olvida los deberes, deje que la nota baja o la reprimenda del profesor sean la consecuencia natural. Esto le enseñará que la organización es importante de una forma mucho más eficaz que cualquier sermón de los padres. O supongamos que su hijo de cinco años tiene una rabieta durante la cena. Una consecuencia natural podría ser que, para cuando termine, el resto de la familia se haya comido todo el postre. Esto puede animar a su hijo a dejar de hacer berrinches a la hora de la cena, ya que podrían hacer que se perdiera el postre.

Es importante distinguir entre consecuencias naturales y consecuencias lógicas, o consecuencias impuestas por usted, que le parecen lógicas y justas (quitarle un juguete que su hijo está destrozando podría ser una consecuencia lógica). Aunque las consecuencias lógicas pueden ser totalmente justas, siguen siendo un castigo impuesto por usted y no por el mundo exterior en general (por ejemplo, una consecuencia natural sería dejar que su hijo destrozara el juguete y tuviera que lidiar con el hecho de no tenerlo ya). Cuando establece consecuencias lógicas, corre el riesgo de entrar en conflicto con su hijo, por lo que podría valer la pena preguntarse si hay alguna consecuencia natural en la que pueda apoyarse antes de imponer una consecuencia lógica.

El caso contra las recompensas

A diferencia del consejo anterior, en Unconditional Parenting, Alfie Kohn sostiene que recompensar a los niños equivale a una «crianza condicional». Define diferentes tipos de recompensas que los padres suelen ofrecer a los niños. Su definición de recompensa es extremadamente amplia: agrupa las recompensas intangibles, como los abrazos y los elogios, con otras más convencionales, como la comida y las estrellas doradas.

¿Qué se considera una recompensa?

Según Kohn, una recompensa es cualquier cosa que un niño recibe a cambio de un «buen» comportamiento. Las recompensas incluyen:

  • Regalos, comida y dinero
  • Buenas notas
  • Estrellas doradas
  • Afecto
  • Alabanza

(Nota breve: Kohn destaca un tipo de elogio, «¡buen trabajo!», como especialmente nocivo, ya que enmarca todo lo que hace un niño como un «trabajo» que debe ser juzgado negativa o positivamente. Aunque probablemente sea una buena idea dejar de bombardear a los niños con «¡buen trabajo!» por cada pequeño logro, la escritora sobre crianza Emily Oster sostiene que prohibir «buen trabajo» podría ser ir demasiado lejos, ya que señala que sin «buen trabajo», los padres se quedan con pocas alternativas. También sugiere que escritores como Kohn están sacando conclusiones precipitadas basándose en datos limitados y poco convincentes).

Por qué deberías dejar de recompensar a los niños

Según Kohn, no debemos utilizar recompensas con los niños porque:

1. No fomentan la motivación intrínseca. Las recompensas vinculan el comportamiento con incentivos externos, en lugar de permitir que los niños descubran su propia motivación interna. Esto significa que, cuando la recompensa desaparece, el comportamiento también desaparece. De hecho, Kohn señala que las recompensas parecen incluso disminuir la motivación intrínseca . Por ejemplo, un estudio descubrió que recompensar a niños muy pequeños por ayudar les hacía menos propensos a ayudar más adelante cuando no había ninguna recompensa disponible. Los elogios tienen el mismo efecto negativo.

2. Crean presión para tener éxito. Las investigaciones demuestran que la presión académica puede causar un estrés intenso, lo que a su vez conduce al abuso de sustancias, la depresión y la ansiedad. Kohn sostiene que la presión para tener éxito es especialmente perjudicial en situaciones competitivas, cuando el éxito de una persona se produce a expensas de otra. En estas situaciones, los niños son más propensos a tomar atajos (por ejemplo, copiar en un examen). 

3. Pueden volverse adictivos. Esto se aplica especialmente a los elogios. Kohn sostiene que si se elogia demasiado a los niños, empiezan a necesitar escucharlos constantemente para sentirse bien consigo mismos. Esta dinámica no les permite desarrollar la autoestima sólida y estable que necesitarán para ser felices en el futuro.

Recompensas: ¿qué dice la investigación?

Kohn cita bastantes investigaciones, la mayoría surgidas de una ola de interés académico por las recompensas y los castigos en la década de 1970, para respaldar su tesis de que las recompensas siempre son inútiles o perjudiciales. Sin embargo, la realidad puede ser más compleja, incluso si solo nos fijamos en los artículos publicados durante ese periodo. 

Si bien los niños parecen perder interés en las actividades después de recibir la recompensa prometida por realizarlas, las recompensas «de alto valor» (en este caso, recompensas que los niños habían elegido de antemano y que deseaban recibir) parecen hacer que los niños sean más propensos a seguir realizando tareas aburridas después de que se les permite dejar de hacerlo. Más recientemente, los investigadores descubrieron que las recompensas, junto con el ejemplo de los compañeros o la exposición repetida, ayudan a los niños no solo a comer más frutas y verduras, sino también a que les gusten más. Por ejemplo, recompensar a los niños de 4 a 6 años con una pegatina cada vez que probaban una verdura nueva hacía que les gustaran más las verduras nuevas.   

La cuestión de los elogios también puede ser más complicada de lo que sugiere Kohn. Por ejemplo, un estudio descubrió que, mientras que las recompensas materiales hacían que los niños de 3 años fueran menos propensos a compartir, los elogios no. Es posible que los comentarios positivos constantes sean más eficaces para los niños más pequeños o para los que se encuentran en las primeras etapas del desarrollo de una habilidad.

Más información sobre cómo recompensar a los niños

Si desea obtener más información sobre la compleja psicología que hay detrás de recompensar a los niños, puede consultar las guías completas de los libros mencionados en este artículo.

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