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3 métodos para disciplinar a los niños sin herir sus sentimientos

Un dibujo de una madre hablando con su hija sobre la disciplina.

¿Le cuesta lidiar con el mal comportamiento de su hijo sin recurrir a gritos o castigos severos? No es el único.

Esta guía se basa en los consejos expertos de la psicoterapeuta Amy Morin (13 cosas que los padres mentalmente fuertes no hacen), las educadoras parentales Adele Faber y Elaine Mazlish (Cómo hablar para que los niños escuchen), los neurocientíficos Daniel Siegel y Tina Payne Bryson (Disciplina sin dramas) y el autor Alfie Kohn (Crianza incondicional). Aprenderás estrategias de comunicación que fomentan la cooperación de tu hijo, enfoques basados en el cerebro que fortalecen los lazos entre padres e hijos, y por qué algunos castigos tradicionales pueden, en realidad, empeorar el comportamiento.

No confundas el castigo con la disciplina.

Antes de entrar en si disciplinar a los niños funciona o no, es importante entender qué es la disciplina. Por muy razonables que sean tus expectativas respecto a tus hijos, habrá ocasiones en las que no las cumplan. Es entonces cuando es fundamental imponer consecuencias adecuadas, haciendo hincapié en «adecuadas».

En 13 cosas que los padres mentalmente fuertes no hacen, la psicoterapeuta Amy Morin afirma que los padres mentalmente fuertes se aseguran de que las consecuencias disciplinen a sus hijos en lugar de simplemente castigarlos. La diferencia clave entre el castigo y la disciplina es que la disciplina enseña a los niños a mejorar, mientras que el castigo solo les hace sufrir. Por ejemplo, si tu hijo se enfada y te grita, una consecuencia adecuada podría ser enviarlo a su habitación hasta que se calme, lo que le enseña que puede alejarse de las situaciones que le molestan en lugar de reaccionar violentamente y empeorar las cosas. Por otro lado, un castigo inútil podría ser quitarle algo que le hace feliz, como su juguete favorito; lejos de enseñarle a manejar su ira, este enfoque solo lo enfadará aún más. 

(Nota breve: Podemos ilustrar este principio de «castigo frente a disciplina» echando un vistazo al amplio conjunto de investigaciones que demuestran que rehabilitar a los delincuentes es mucho más eficaz que simplemente castigarlos. Los estudios han demostrado que los presos que se benefician de programas como el asesoramiento y la formación profesional son mucho menos propensos a reincidir que aquellos que no tienen acceso a dichos programas. Se trata de una comparación extrema —Morin se refiere a un niño que se porta mal, no a un delincuente potencialmente peligroso—, pero pone de relieve que el castigo por sí solo es ineficaz. Por eso, el autor insta a buscar, en su lugar, consecuencias que enseñen al niño las habilidades que necesita para comportarse mejor la próxima vez).

El autor añade que una disciplina eficaz utiliza tanto consecuencias positivas (recompensas) como negativas. Por lo tanto, aunque quizá tenga que enviar a su hijo a su habitación por gritarle, asegúrese de elogiarlo también cuando controle su enfado de forma más adecuada, por ejemplo, alejándose para calmarse. Otras recompensas adecuadas pueden ser darle a su hijo una paga por hacer las tareas domésticas cada semana o darle un caramelo como recompensa por una buena nota en un examen . 

1. El método de comunicación

Ahora que conoce la diferencia entre disciplina y castigo, aquí le mostramos cómo fomentar un comportamiento positivo, según Faber y Mazlish en Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen: Céntrese en conseguir el comportamiento adecuado en el futuro, no en castigar al niño por sus malas acciones pasadas.

Pida ayuda a los niños que se portan mal.

Faber y Mazlish recomiendan redirigir a los niños involucrándolos en una actividad constructiva. Por ejemplo, si sus hijos están cogiendo juguetes en la tienda, pídales que le ayuden a comprar lo que necesita.

Explique por qué deben comportarse de manera diferente.

Puede parecer frustrante o repetitivo explicar continuamente a un niño por qué su comportamiento es problemático, pero Faber y Mazlish recomiendan que sigas intentándolo. En lugar de criticar al niño, céntrese en las posibles consecuencias de sus acciones. Por ejemplo, si sus hijos están jugando al pilla-pilla en la acera y no miran por dónde van, no los etiquete ni los castigue diciendo: «¡Estáis siendo muy traviesos, hoy no hay golosinas para vosotros!». En su lugar, explíqueles que las personas y los perros podrían tropezar con ellos.

Pídeles que te ayuden a resolver el problema.

Otra forma de fomentar un comportamiento positivo es hacer que su hijo forme parte de la solución, en lugar de hacerle sentir que él es el problema. Faber y Mazlish señalan que involucrar a su hijo en la búsqueda de soluciones puede tranquilizarle y hacerle sentir que forman un equipo, que usted le escucha y tiene en cuenta sus sentimientos. Este enfoque no consiste en convencer a su hijo de que usted sabe lo que es mejor y de que debe hacer lo que usted le dice. Se trata de estar abierto a las soluciones que su hijo sugiere y tratar de encontrar un compromiso.   

Recurrir a la ayuda de un niño para encontrar una solución se basa en muchas de las habilidades que enseñan Faber y Mazlish: dar razones, ofrecer opciones, respetar los sentimientos de tu hijo, fomentar la autonomía y no poner etiquetas negativas a tus hijos. 

Así es como Faber y Mazlish dicen que debes combinar las habilidades para fomentar un comportamiento positivo: Siéntate tranquilamente con tu hijo. 

  • En primer lugar, hable de sus sentimientos y necesidades y, después, de los suyos. Por ejemplo, es posible que su hijo quiera seguir jugando con sus amigos, pero usted necesita que esté en casa antes de la cena. 
  • Piense en conjunto cómo lograrlo, anotando todas las ideas, incluso aquellas con las que no esté de acuerdo; por ejemplo, aunque su hijo sugiera que se le permita salir cuando quiera, anótelo. 
  • A continuación, repase la lista, descarte las ideas inviables y vea si puede llegar a una solución de compromiso. Es posible que usted y su hijo piensen en algunas soluciones creativas, y no se tratará de quién gana la batalla, sino de cómo ambos pueden resolver un problema.

2. La técnica sin dramas

Según Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson en No-Drama Discipline, la disciplina sin dramas (o, como la denominan los autores, «el enfoque de disciplina sin dramas») es una forma de disciplinar a los niños al tiempo que se fortalece su cerebro en desarrollo. Cuando los niños reciben una disciplina coherente y cariñosa, su cerebro establece nuevas conexiones positivas que sientan las bases para unas relaciones saludables y un bienestar mental en el futuro. 

Este enfoque también refuerza el vínculo entre padres e hijos, lo que hace que los niños se sientan seguros, y cuando se sienten seguros, pueden concentrar sus recursos neurológicos en desarrollar su cerebro en crecimiento, lo que conducirá a un mejor comportamiento a largo plazo. 

Ten en cuenta el cerebro

Los autores creen que es necesario comprender cómo se desarrolla el cerebro de los niños para poder educarlos de manera eficaz. A continuación, se incluyen algunos aspectos importantes que hay que recordar sobre el desarrollo del cerebro infantil. 

En primer lugar, las diferentes partes del cerebro son responsables de diferentes funciones. (Los autores se refieren a estas diferentes partes del cerebro como el «cerebro inferior» y el «cerebro superior», pero para mayor claridad, las llamaremos las partes inferior y superior del cerebro). 

La parte inferior del cerebro controla funciones básicas, como la respiración, el hambre y emociones primarias fuertes, como el miedo. Esta parte del cerebro está completamente desarrollada incluso en niños pequeños. Por el contrario, la parte superior del cerebro controla funciones más complejas, como la empatía, el control de los impulsos, la regulación emocional y el pensamiento crítico. A diferencia de la parte inferior del cerebro, la parte superior no está completamente desarrollada en los niños; de hecho, el cerebro superior no madura por completo hasta alrededor de los 25 años. 

En segundo lugar, según Siegel y Bryson, el hecho de que la parte superior del cerebro de los niños aún no esté desarrollada significa que aún no son capaces de realizar funciones ejecutivas de alto nivel, como ver una situación desde el punto de vista de otra persona. Los padres deben tener esto en cuenta a la hora de establecer expectativas para sus hijos. Por ejemplo, una niña de cuatro años realmente no es capaz de sentarse tranquilamente en la iglesia durante una hora sin que nada la distraiga, ya que aún no ha desarrollado el control de los impulsos (una función del cerebro superior), lo que significa que su cerebro aún no ha aprendido a controlar sus ganas de hablar, jugar y moverse. Sus padres deben establecer sus expectativas en consecuencia. 

Sé consciente

Además de tener en cuenta el desarrollo cerebral, los autores recomiendan abordar la disciplina de forma consciente, en lugar de limitarse a reaccionar por instinto (o enfadarse). En la práctica, la disciplina consciente significa abordar cada situación con curiosidad. Cuando su hijo se porta mal, Siegel y Bryson recomiendan hacerse estas tres preguntas:

¿Por qué hizo eso mi hijo? Por lo general, la respuesta tiene que ver con las emociones y los objetivos. ¿Qué emoción intentaban expresar? ¿Qué objetivo intentaban alcanzar? 

¿Qué lección quiero que aprendan ahora mismo? La respuesta puede variar en función de la respuesta a la primera pregunta. Por ejemplo, si su hija ha pegado a su hermano porque sentía celos de él, quizá quiera enseñarle una forma más saludable de gestionar los celos. 

¿Cómo debo impartir esa lección? La respuesta también dependerá de las circunstancias concretas. Por ejemplo, si tu hija tiene dos años, es posible que sea demasiado pequeña para comprender realmente lo que son los celos, por lo que quizá debas simplificar la forma de impartir la lección. Por otro lado, los niños mayores pueden comprender emociones más sutiles, por lo que puedes hablar con ellos sobre los celos con mayor profundidad. 

Respuestas automáticas

Los autores creen que lo contrario de la disciplina consciente es la crianza «en piloto automático», o tomar decisiones en el calor del momento basadas en tus hábitos y emociones actuales en lugar de en un plan consciente. Cuando los padres están en piloto automático, a menudo recurren a dos castigos comunes: el tiempo fuera y los azotes. Siegel y Bryson sostienen que estos métodos no solo son ineficaces en el momento, sino que también pueden obstaculizar el desarrollo saludable de los niños a largo plazo. 

Tiempo de descanso

Siegel y Bryson creen que, durante un tiempo de descanso tradicional (en el que los padres envían a los niños a sentarse solos y pensar en lo que han hecho mal), los niños no se centran en su mal comportamiento, sino en la reacción negativa de sus padres ante él. Esto a menudo intensifica las emociones fuertes de los niños en lugar de ayudarles a calmarse. (Nota breve: además del razonamiento de los autores, hay otra razón por la que los castigos pueden agravar un conflicto: dan lugar a una lucha de poder sobre si el niño permanecerá realmente, físicamente, en el lugar del castigo. Si el niño sigue saliendo del lugar designado antes de lo que se supone, los padres suelen agravar la situación añadiendo nuevos castigos al castigo original).

Azotes

Los autores creen que los azotes, al igual que los castigos, a menudo agravan las situaciones dramáticas. Esto se debe a que los azotes hacen que los niños se sientan amenazados, y ese sentimiento activa las partes primitivas del cerebro infantil en lugar de las partes más evolucionadas responsables del pensamiento superior. Cuando se activa el cerebro primitivo de un niño, le resulta casi imposible pensar con calma sobre la experiencia, por lo que seguirá comportándose mal. Peor aún, sentirse amenazado inunda el cerebro de los niños con hormonas del estrés; con el tiempo, una exposición excesiva a esas hormonas del estrés puede tener un grave impacto negativo en el desarrollo del cerebro de los niños. 

Elige el momento adecuado

Los autores reconocen que es difícil aplicar una disciplina consciente y centrada en el cerebro cuando tu propio cerebro inferior está enfurecido, como podría ocurrir, por ejemplo, si entras en la cocina y descubres a tu hijo pintando una obra maestra con sirope de chocolate por todo el suelo. Cuando eso ocurre, Siegel y Bryson recomiendan posponer la disciplina (salvo en casos de seguridad inmediata) hasta que tanto tú como tu hijo estéis tranquilos, concentrados y podáis mantener una conversación productiva. Esto puede significar incluso esperar hasta el día siguiente para hablar, cuando todos se hayan calmado. De lo contrario, es probable que recurras a respuestas automáticas, como gritar o castigar. 

3. El enfoque sin castigo

Según Alfie Kohn en Unconditional Parenting, los padres suelen utilizar castigos (o la amenaza de castigos) para desalentar comportamientos que consideran problemáticos. La definición de castigo de Kohn es más amplia que la mayoría de las definiciones comunes: incluye el aislamiento y la retirada de la atención parental, además de los castigos físicos y la prohibición temporal de que el niño haga algo que le gusta.

¿Qué se considera un castigo?

Un castigo es cualquier intento deliberado de hacer sufrir a un niño tras un comportamiento «malo». Los castigos incluyen:

Castigos físicos como azotes, bofetadas o maltrato físico cuando los niños se portan mal. Estos castigos son especialmente perjudiciales porque enseñan a los niños que está bien usar la violencia para resolver problemas, lo que puede ser la razón por la que también están relacionados con un comportamiento agresivo. Kohn señala que incluso en comunidades en las que los padres recurren más a los azotes (y en las que los padres son más propensos a justificarlos con el argumento de que «a mí no me hizo ningún daño»), los niños siguen mostrando resultados adversos.

(Nota breve: Muchos padres deciden no pegar a sus hijos por motivos filosóficos y morales. Para aquellos que quieren pruebas contundentes en un sentido u otro, el panorama es extremadamente confuso. Por ejemplo, los resultados de la agresividad pueden verse influidos por el género del niño: un estudio descubrió que los niños de un año a los que se les pegaba eran más propensos a convertirse en acosadores a los tres años, mientras que las niñas a las que se les pegaba a la misma edad eran menos propensas a convertirse en acosadoras. Algunos investigadores incluso sostienen que la prohibición de pegar a los niños en Suecia, promulgada en 1979, aumentó la delincuencia , en particular el maltrato infantil violento, en las décadas siguientes).

Crítica. Kohn sostiene que criticar a los niños es perjudicial para su autoestima a largo plazo. Sugiere que, si hay que criticar, se haga lo menos posible y siempre de forma específica (por ejemplo, «Tirar de la cola del gato le hace daño», en lugar de «No hagas daño a los animales»). (Nota breve: Las investigaciones respaldan la advertencia de Kohn sobre criticar a los niños. Las críticas de los padres puedenprovocar depresi e en los niños, y los padres también suelen subestimar la frecuencia con la que critican a sus hijos).

«Retirada de amor», como los castigos, ignorar al niño y alejarse emocionalmente de él durante un breve periodo de tiempo. Kohn afirma que estas son formas de infligir dolor emocional al niño y que pueden ser incluso más perjudiciales que los castigos físicos. (Nota breve: la forma en que Kohn enmarca estas técnicas como «retiradas de amor» es una de sus opiniones más controvertidas. Aunque no se recomiendan para niños muy pequeños, los castigos son todavía muy recomendados como medida disciplinaria, incluso por los CDC, que afirman que funcionan no porque los niños teman perder el amor, sino porque odian aburrirse). 

Quitar «privilegios» (cosas que el niño disfruta). Kohn sostiene que quitar privilegios no es lo ideal porque no vincula directamente el comportamiento problemático con la consecuencia, a diferencia de, por ejemplo, hacer que un niño limpie el mural de colores que ha dibujado en las paredes. (Nota breve: Algunos expertos recomiendan permitir que el niño experimente las«consecuencias naturales»de su comportamiento, como dejar que se moje si no se pone el impermeable, e incluso argumentan que esto aumenta la motivación intrínseca de los niños para evitar consecuencias desagradables. Sin embargo, a pesar de su inclinación general hacia la no intervención, Kohn advierte contra esta estrategia en la mayoría de los casos. Afirma que lo más probable es que los niños aprendan de esta situación que usted podría haberles ayudado, pero decidió no hacerlo).

Por qué deberías dejar de castigar a los niños

Según Kohn, no deberíamos castigar a los niños porque:

1. No ayudan al niño a desarrollar normas morales internas. Los castigos no enseñan a los niños a asumir la responsabilidad de su comportamiento, reparar las relaciones o solucionar los problemas que han causado.

2. Pueden ser contraproducentes: la reacción negativa de un niño ante un castigo (por ejemplo, gritar o llorar) puede llevar al padre a castigarle aún más, lo que les lleva a ambos a un círculo vicioso de castigos cada vez más severos. 

3. Desvían la atención de los niños, haciendo que se centren en el castigo en sí y en su enfado por ello, en lugar de en el comportamiento problemático.

4. A largo plazo, fomentan la rebeldía o el exceso de obediencia. Los niños cuyos padres recurren a castigos severos suelen acabar de dos maneras: dejan de cuestionar la autoridad de forma saludable y terminan completamente desempoderados, o se rebelan deliberadamente. Y en el caso de la rebeldía, los castigos simplemente animan a los niños a centrarse en no ser descubiertos, en lugar de disuadirles del comportamiento en sí. 

Más información

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